MEJOR VIVIR QUE SOBREVIVIR

Hay momentos inesperados a los que debemos plantar cara por lo complejo de la situación. Son instantes que pueden definir vidas enteras. Esos en los que arriesgas tu entereza como persona, tu certeza como pensante y tu sosiego como buscador inexpugnable de sentimientos. Esos momentos en los que, por mucho que seamos seres que apuestan por lo que no debe afectar al alma, aparecen personas que se convierten en imprescindibles y llenan de luz una parte de ti que estaba totalmente en la oscuridad. Y normalmente buscamos la quietud en las relaciones por simple supervivencia, y me explico: Después de haber vivido etapas que afectaron de forma negativa a nuestra capacidad de entender una relación y nos hacen adquirir posturas que nos permitan sobrevivir a cualquier individuo, siempre llegan momentos que es necesario vivir, por el simple hecho de que te hacen sentir especial. Y siempre me pregunto el por qué de las corazas previas y de los muros infranqueables cuando la realidad de la vida está en dejar entrar a todo aquel que te haga reír, que te quiera enseñar mundos nuevos y que esté dispuesto a cuidar de todas tus cosas.

Amigos. No hay nada más bello y con más capacidad que cualquier propuesta que implique vivir sin miedo. Una mano que apriete la tuya y quiera caminar cualquier senda llena de obstáculos. Una lejanía que no es tal porque se vive en el corazón. Un quererte tener al instante y tener que esperar a un día en concreto. Que no, que me niego. Que cuando se necesita es porque se quiere si hablamos de sentimientos. Y los sentimientos sí que no engañan y mucho menos al corazón. Y ya pueden asaltarnos las dudas del alma, esas que intentan colocar con criterio los contras que suponen tomar decisiones definitivas. Que por mucho que queramos imprimir de lógica a ciertas decisiones, la última palabra la tiene el corazón y ese tiene la habilidad de darle nombre a lo impredecible. Y lo más fundamental, gracias a nuestros corazones VIVIMOS y nunca SOBREVIVIMOS.

Imaginaros que te puedan pedir un primer baile en mitad de la calle, que estén dispuestos a viajar a Lisboa en coche solo por vernos, que te regalen las flores más bonitas del mundo y que mil besos son pocos. Eso sería muestra de que la lógica aplastante del alma cede paso a un corazón con ansias de conocer nuestra verdad. Ese autentico pellizco en el estómago que pocas veces en la vida surge y que te permite darle rienda suelta a cualquier sensibilidad a flor de piel. De verdad, Amigos. Por mucho que no queramos darle nombre a todo lo que os cuento, tiene un nombre y en mayúsculas. Y me niego con rotundidad a no poder vivir momentos así.

Una noche de verano perfecta en cualquier lugar y de madrugada. Una propuesta a saltarse el límite de lo desconocido y que se siente con los labios. El viento para, el reloj no marca, no suenan los ruidos, se cierran los ojos, las estrellas se esconden y la luna cómplice de la vida puesta en la boca… Y surge. Y nace el despertar de la levedad de un beso. Ese beso que augura que la combinación de esa caja fuerte ha sido descifrada y que está a punto de abrirse. Pues que conste que no quiero robarte. Ni tan siquiera tu tiempo. Propongo sumar y multiplicar y crear y vivir y subir y luchar… y ser fiel en tu pensamiento, en tu rutina y en tu labor. Y ser inmenso y cuidar de tu grandeza absoluta. Y que te sientas protegida, realizada, escuchada y necesitada. Porque ni las más bellas margaritas de la primavera podrán tener tu color y desprender sonrisa igual. Ese es mi destino. Ese es mi alivio. Ese es mi presente y mi realidad. Por como se dicen las palabras y por como se reciben. Sin trampas, lo prometo. Sin la presión de tener que elegir y ni mucho menos el tener que tomar vientos definitivos. Por eso siempre digo que es mejor vivir la vida que sobrevivirla. Porque en muchas ocasiones dejamos pasar lo que puede quedarse para siempre por el simple hecho de juzgar una vida incierta que no sabemos qué deparará. Y si lo que encuentras es porque tuvo que llegar a tu vida por similitud en maneras de entender y por la gracia de querer probar sus pasos. Y no hay nada más puro que calzar los zapatos de alguien para saber qué camino lleva andado y qué dirección pretende tomar contigo.

Hay que vivirse, Amigos. Sin prejuicios y sin temores. Hay que conocer la compañía que nos haga vivir en la tranquilidad, sin miedo a perderla. Porque las cosas más hermosas surgieron de un instante inesperado. Y como inesperado son los momentos que hacen latir los corazones por la razón de un simple beso en una noche de verano… o de otoño… o de invierno… o de la primavera. Y tus margaritas son las más bonitas del mundo, y para llegar a ti no hay distancia, y tu risa… de tu risa me encargo yo.

Alejandro Vega

Hay que tener el valor de decir la verdad, sobre todo cuando se habla de la verdad”

Platón

 

 

 

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